He aquí al pequeño idólatra fanático que se cree dueño de la verdad. El se aferra a sus creencias y sectarismos sin querer ir más lejos. El solamente cree pero no sabe. Bueno sería que supiera que solo cree, en vez de tontamente, solo creer que sabe. Pues quien en realidad sabe, no necesita creer. La creencia y la ignorancia son hermanas inseparables. Jamás comprenderá un ser tan limitado, ni lo necio de sus dogmas ni tampoco que existen verdades y órdenes de la realidad más elevados y que se le escapan completamente. Vive prisionero de su credo, como en una casa sin ventanas. La sabiduría y la Iniciación no se han hecho para él. Su actitud deforma su mente y lo torna esclavo de los falsarios los que, revistiendo pretendida autoridad espiritual, solo aspiran en realidad al poder temporal. Dejémosle en paz con sus falsas y limitadas doctrinas con las que pretende poseer la verdad total y definitiva. Es un ciego que no quiere y no puede ver. Mal podría apercibirse de los signos que Dios ha puesto en el mundo, pues con Salustio cabe afirmar “El mundo es un objeto simbólico”. De hecho es menester coincidir además con Jules Le Bêle en cuanto que cada objeto manifestado es un signo natural y sensible de una verdad en el orden metafísico.
Pero nada de esto es para los idólatras fanáticos. Quien tiene demasiada fijación y confianza en sus propias ideas, cualesquiera que éstas sean, está incapacitado para descubrir la verdad. Bien afirmaba Antonio Porchia “Si yo fuera como una roca y no como una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría”.
Pero tal vez lo más terrible es lo que se representa claramente en este relieve de la Catedral de Metz. Se trata de la idea pequeña y despreciable de Dios que tienen estos fanáticos. Su concepción es tan grosera y mezquina que en realidad ya no adoran a un dios sino a un demonio. Ya lo dijo magníficamente Jerónimo Savonarola, mártir de los fanáticos ignorantes, en estos versos inmortales
DIOS
“Dicen que no comprendo Tu Existencia, que el fuego de los réprobos me quema, que mi lengua sin cesar blasfema
y que no entiendo la pálabra DIOS.
Dicen que no Te busco ni Te imploro
Ni Tus Grandezas infinitas veo,
Dicen que tengo el corazón de ateo
Y que mi labio te maldice. NO!
El Universo es el augusto templo
donde te encuentra absorta la mirada,
el Sol es una lámpara colgada
que derrama su luz sobre Tu altar.
Allí te adoro yo porque Tu Nombre
entre los astros fulgurante brilla
y en espíritu doblo la rodilla
adorando en silencio Tu Bondad.
El aire que la atmósfera embalsama,
la savia que los seres acrecienta
y el fuego que los mundos alimenta
Tu Excelso Nombre proclamando están.
Eres la Voluntad Inquebrantable,
el Bien Eterno, la Virtud Potente,
de la Verdad inagotable fuente
porque eres la Razón Universal.
En su terrible estupidez el hombre
se forja un Dios indigno de alabanza,
ebrio de odio, cólera y venganza,
terrible y sanguinario como él.
Otras veces se finge en su locura
un Dios afeminado que se esconde,
que a la voz del creyente no responde
si en su altar no hay encajes y oropel.
Eso no es Dios! El Dios en quien yo creo tener no puede la ambición del oro, El Dios Bondad, el Dios a quien yo adoro
No cambia Sus Bondades por metal!”
Su Espíritu gigante no se oculta
En el recinto estrecho de un sagrario;
El Universo entero es Su Santuario
Pues es la Providencia Universal.
Interna Voz, Inagotable Fuente,
Fecunda Luz, Vivificante Esencia,
La base de Tu Templo es la conciencia y Tu Gran Sacerdote es el Amor.
Yo sé que existes Inmutable, Grande,
Yo en Tus Bondades infinitas creo
Pues en la tierra y en los cielos veo
Resplandecer esta palabra: DIOS!”